lunes, agosto 28, 2006

Periodismo sin Periodistas



El autor de este artículo es el decano de la escuela de Periodismo de Columbia y ex colaborador de New Yorker. El texto, que lo tradujo la gente de Clarín.com, revela lo que ya no es un secreto para nadie. El periodista no está solo y hoy los "aficionados" tienen tantas herramientas como un "profesionl". ¿Qué dirá el Colegio de Periodistas y los puristas sobre esta invasión? Qué importa, esa es una de las conclusiones de este artìculo. La otra, es que el periodismo seguirá exigiendo altos estándares y la profesión deberá buscar la forma de cubrir esa demanda.

por Nicholas Lemann

En Internet, todo el mundo es milenarista. El periodismo vía Internet, según aquellos que escriben manifiestos en su nombre, constituye un fenómeno histórico mundial – no tanto por el poder expresivo del nuevo medio sino por su accesibilidad a los productores y los consumidores -. Esto le permite romper el cerrojo sobre la información y la discusión públicas que los medios tradicionales – en general, conocidos como “guardabarreras” (gatekeepers) o “el clero” (the priesthood), cuando se utiliza este argumento - supuestamente han podido mantener hasta ahora. “Millones de estadounidenses que antes sentían un temor reverencial por la expertocracia ahora se dan cuenta de que cualquiera puede hacer estas cosas – y de que muchos desconocidos las pueden hacer mejor que los grandes jerarcas de la profesión,” escribe Glenn Reynolds, profesor de derecho de la Universidad de Tennessee que opera uno de los principales blogs, Instapundit, en su nuevo libro, An Army of Davids: How Markets and Technology Empower Ordinary People to Beat Big Media, Big Government and Other Goliaths (Un ejército de Davides: Cómo los mercados y la tecnología dan poder a la gente común para derrotar a los grandes medios, el Estado hipertrófico y otros Goliats).
La retórica sobre el periodismo vía Internet que utilizan Reynolds y muchos otros es creíble sólo porque combina varias clases de material que ahora están muy difundidas online y antes no. Una es la pura opinión, en especial la opinión política, que Internet ha hecho infinitamente fácil de transmitir. Otra es la información originalmente publicada en otros medios – desde notas de diarios chilenos y artículos de enciclopedias alemanas hasta trabajos presentados en conferencias de Micronesia sobre métodos contables – que uno puede encontrar al instante en sitios de búsqueda y recopilación. Últimamente, se han formulado solemnes reclamos de que se considere periodismo el material producido específicamente para sitios Web por personas que no trabajan para organizaciones de noticias. Según un estudio publicado el mes pasado por el Pew Internet & American Life Project, hay 12 millones de bloggers en los Estados Unidos, y el 34% de ellos considera que los blogs son una forma de periodismo. Esto significa que hay más de 4 millones de nóveles periodistas sólo en las filas de los bloggers estadounidenses. Si se suman todos los del extranjero, y todos los que practican otras formas de periodismo en la red, la profesión debe haber crecido mil veces en la última década.
Como muestra claramente el estudio del Pew Project, la mayoría de los bloggers considera que sólo se dedica a la expresión personal; no son ellos los inspiradores de los grandes reclamos actuales referidos al periodismo vía Internet. La categoría que inspira los discursos más encendidos sobre el reemplazo de las organizaciones periodísticas tradicionales es el “periodismo ciudadano”, es decir aquellos sitios que publican colaboraciones de personas que no trabajan para organizaciones periodísticas pero cumplen una función similar.
Los periodistas ciudadanos supuestamente son aficionados inspirados que averiguan qué está pasando en los lugares donde viven y trabajan, y nos dan un panorama del mundo más completo y rico que el que nos ofrecen las organizaciones de noticias conocidas, al tiempo que nos ahorran la pomposidad y la pedantería que a menudo muestran los periodistas. Hong Eun-taek, editor en jefe del sito de periodismo ciudadano quizá más grande del mundo, OhMyNews, que tiene su base en Seúl y posee un equipo de editores que administra a unos 40.000 colaboradores voluntarios, ha publicado en la red un breve manifiesto que dice: “Los medios tradicionales de recolección y difusión de noticias rápidamente están quedando rezagados con respecto al nuevo paradigma... Pensamos que no sólo un George W. Bush o un Bill Gates producen noticias sino también – y es lo más importante – personas a quienes se les permite pensar juntas. Las noticias son una forma de pensamiento colectivo. Son las ideas y la mente de la gente las que están cambiando el mundo, cuando son escuchadas.”
Ese es el catecismo, ¿pero qué nos ha dado concretamente el periodismo ciudadano? Es una pregunta difícil, en parte porque muchos de los creyentes más fieles son muy hábiles para complicarles la vida a los que dudan con implacables burlas. Hasta ahora, ningún “periodista tradicional” ha cometido la estupidez de reconocer y defender la idea de pertenecer a una elite de la cual están excluidos los ciudadanos comunes. Pero a veces uno sin querer les arroja un trozo de carne cruda a los visionarios de los nuevos medios cuando da la impresión de no atribuirle a la revolución de Internet todo el respeto que merece – como hizo John Markoff, redactor de temas tecnológicos del Times, en 2003 en una entrevista con Online Journalism Review. Jeff Jarvis, veterano editor y columnista, y, a partir de septiembre, profesor de la nueva facultad de periodismo de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, publicó la entrevista en su blog, BuzzMachine, agregando sus reacciones posteriores, de modo que, en parte, dice así:

MARKOFF: Por supuesto, puedo ver un escenario posible en que todas estas nuevas tecnologías sólo sirvan para destruir las viejas normas pero no para crear algo mejor que las reemplace. Creo que, sin duda, ese es un escenario posible.
JARVIS: Perdóneme por interrumpirlo, pero eso no tiene el más mínimo sentido. ¿Puede hacerme el análisis sintáctico de lo que dijo, Sr. Markoff? ¿O necesita un editor para hablar con sentido? ¿De qué manera las nuevas normas “destruyen” a las viejas? Algo no se convierte en “norma” a menos que sea aceptado por alguien que está en el poder – los directores de medios o el público -. Este no es un juego de PacMan.
MARKOFF: En este momento, la otra posibilidad... a veces parece que tenemos un mundo lleno de bloggers y que los blogs son el futuro del periodismo, o al menos eso sostienen los bloggers, y en mi opinión, todavía no está claro si los blogs son algo más que el Citizens Band*.
JARVIS: Esa referencia es tan imbécil y anticuada como el sentimentalismo. Es evidente que Markoff no lee los weblogs y no sabe lo que hay en ellos.
¡Ey, estúpido, es su público el que habla! Debería escuchar lo que tiene para decir. Después de todo, dedica su vida a escribir para él. Pero no, usted es el gran periodista del NYT. No necesita a ese apestoso público. No necesita oídos. Sólo necesita boca.

Para estar a la altura de lo que se pregona, el periodismo vía Internet debe alcanzar altos estándares tanto en lo conceptual como en lo práctico: el medio tiene que ser revolucionario, y el periodismo tiene que ser bueno. La calidad del periodismo online indudablemente va a mejorar con el tiempo, en especial si más de las virtudes del periodismo tradicional migran a Internet. Pero, aunque el medio tiene grandes posibilidades, en particular el modo en que abre y acelera el discurso, no es tan diferente de lo anterior como dicen sus defensores.
Las sociedades crean estructuras de autoridad para producir y distribuir el conocimiento, la información y la opinión. Estas estructuras sufren permanentes altibajos debido no sólo a la invención de nuevos medios de comunicación sino también a los acontecimientos políticos, culturales y económicos. El año pasado se publicó en Gran Bretaña un interesante libro sobre esto que llevaba el imponente título de Representation and Misrepresentation in Later Stuart Britain: Partishanship and Political Culture (Representación y tergiversación en la Gran Bretaña de fines del período Estuardo: Partidarismo y cultura política). El estudio se centra en el final del siglo XVII y el comienzo del XVIII, y aunque su autor, Mark Knights, profesor de la Universidad de East Anglia, no traza comparaciones explícitas con el presente, parece obvio que tiene en mente tales comparaciones.
Los “nuevos medios” de la Gran Bretaña de fines del período Estuardo eran los panfletos y los periódicos, posibilitados no sólo por la llegada de la imprenta sino también por la flexibilización de la censura gubernamental y los regímenes de licencias, por los disturbios políticos y por la urbanización (que creó audiencias para el debate público). En la actualidad, el más conocido de los periódicos es The Spectator de Addison y Steele, pero fue sólo uno de docenas que proliferaron casi explosivamente a comienzos del siglo XVIII, entre los que se cuentan The Tatler, The Post Boy, The Medley y The British Apollo. El más famoso de los panfletistas fue Daniel Defoe, pero había centenares de ellos, como Thomas Sprat, autor de A True Account and Declaration of the Horrid Conspiracy Against the Late King (Un fiel informe y declaración de la horrenda conspiración contra el difunto rey) (1685), y Charles Leslie, autor de The Wolf Stript of His Shpeherd’s Cloathing (El lobo despojado de su vestimenta de pastor) (1704). Estas voces se sumaron a una conversación pública que había estado muy circunscripta, principalmente a los que ocupaban cargos oficiales en la iglesia y el Estado. Fueron los bloggers y los periodistas ciudadanos de su tiempo, y su influencia fue mucho mayor (aunque su público era mucho menor) que lo que nadie ha logrado hasta ahora en Internet.
Como medios, señala Knights, tanto los panfletos como los periódicos fueron radicalmente transformadores por sus potencialidades. Los panfletos eran un medio masivo de rápido resultado – baratos, transportables y al alcance de las personas de todas las clases e inclinaciones políticas -. Eran, según las palabras de Knights, “capaces de adoptar diferentes formas (cartas, diálogos, ensayos, refutaciones, justificaciones, etc.)” y, agrega, “ideales para hacer una declaración pública en un momento determinado”. Los periódicos eran, según los parámetros de la época, “una suerte de entretenimiento interactivo”, por la invención de cartas al editor y porque las publicaciones constantemente respondían a sus lectores y a las otras publicaciones.
Entonces como ahora, los nuevos medios produjeron, en su temprana juventud, un estilo retórico característico y colérico. Dice Knights: “Los impresos polémicos... desafiaban las nociones convencionales de cómo funcionaba la retórica y fueron un medio que facilitó la calumnia, la polémica y la sátira. Se deleitaban en las críticas burlonas o incluso insultantes, en parte debido a las convenciones del anonimato”. Pero una de las observaciones más útiles de Knights es que se trató de un fenómeno que se auto-limitó. Cada bando de lo que Knights, acertadamente, entiende como el frente mediático de una despiadada contienda política entre los Whigs y los Tories pronto empezó a acusar al otro de vender mentiras, distorsiones, teorías conspirativas y argumentos tendenciosos, y a presentarse como la encarnación del interés público, el discurso civilizado y la verdad epistemológicamente obtenida. Knights considera que este estilo de expresión más cortés era sólo otra táctica política, pero de todos modos llevó la publicación de impresos a una postura retórica más razonada, menos encendida, que estuvo acompañada de un aquietamiento parcial de la política británica, que pasó de la guerra caliente entre los partidos a la fría. (Los diarios británicos propiamente dichos, como el Times y The Guardian, recién aparecieron a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, bien avanzado este período más calmo y mucho después de que Knights termina su crónica.) Al menos en parte, el periodismo vía Internet seguramente repetirá el ciclo y empezará a diferenciarse en el tono, tratando de parecer responsable y confiable con la esperanza de construir un público más amplio y posiblemente pagador. Tono de consenso, no dogmático
El periodismo estadounidense se inició siguiendo aproximadamente el modelo de la Gran Bretaña de fines del período Estuardo; durante la época colonial, estuvo dominado por vehementes oradores políticos, como Thomas Paine. Todas las edificantes declaraciones de los Padres Fundadores sobre la libertad de prensa casi con seguridad fueron pronunciadas pensando en los panfletistas. Cuando, a principios del siglo XIX, se desarrollaron los partidos políticos y las veloces imprentas de cilindro, el periodismo estadounidense se convirtió básicamente en una rama del sistema de partidos, con muy pocas pretensiones de autoridad neutral o propiedad de los hechos reales.
Un acontecimiento relacionado fue la prensa sensacionalista, que se vendía por monedas en las grandes ciudades, cuyas poblaciones habían crecido con la llegada de inmigrantes de las zonas rurales estadounidenses y del extranjero. Aquella produjo poderosos diarios locales, pero cuesta pensar que se adaptaran al modelo del clero. Los diarios neoyorquinos de William Randolph Hearst, principales ejemplos de este tipo de prensa, eran ampulosos, populistas, dogmáticos y totalmente carentes de principios. Influyeron en la política, pero eso no es lo mismo que decir, como sostiene Glenn Reynolds de los diarios de Hearst, que “fijaron la agenda de la discusión pública”. La mayoría de los medios formales de generación de información que hoy se conocen en los Estados Unidos – el periodismo objetivo es sólo uno; otros son la moderna investigación académica, la matriculación profesional y los think tanks – fueron creados a fines del siglo XIX y comienzos del XX explícitamente para contrarrestar las inclinaciones populistas de diversas instituciones, una de las cuales eran los grandes medios.
En realidad, aquello contra lo cual los profetas del periodismo vía Internet creen estar luchando – el periodismo en manos de unos pocos entronizados, que hablan con voz de falsa e inmerecida autoridad a las masas pasivas – es, como fenómeno histórico, básicamente un espantajo. Incluso después de la Segunda Guerra Mundial, algunas ciudades estadounidenses seguían teniendo varios diarios furiosamente combativos, basados en el modelo de “The Front Page”. Siempre hubo pequeñas revistas políticas de todos los credos, y libros escritos con el espíritu de los viejos panfletos, y, más adelante en el siglo XX, semanarios alternativos y periodistas disidentes como I. F. Stone. Cuando el periodismo estaba en su punto más alto de soso autoritarismo – probablemente en el período en que las tres cadenas de televisión estaban en su apogeo y el monopolio de los diarios locales comenzaba a ser la regla – también lo estaban la política y la cultura estadounidenses, y hay que ser muy medio-céntrico para creer que la prensa fijó el tono de la vida nacional y no al revés.

Cada nuevo medio genera su propio conjunto de personalidades y formas. El periodismo vía Internet es una gran carpa que abarca sitios de organizaciones periodísticas tradicionales; revistas que sólo aparecen en la Red como State y Salon; sitios como Daily Kos y NewsMax, que aprovechan cierta conexión imaginaria con lo periodístico para funcionar como influyentes actores políticos; y sitios de recopilación (por ejemplo, Arts & Letters Daily y Indy Media) que reúnen una sorprendente variedad de materiales diversos de una determinada categoría. En conjunto, los blogs más ambiciosos funcionan como una forma de publicación de panfletos de alta velocidad y profusas referencias cruzadas – un foro abierto para todas las opiniones concebibles que puedan abrirse paso hasta los grandes medios, o, en el caso de los millones de blogs puramente personales, simplemente la visión de la vida de un individuo. Internet también es un lugar para la crítica a la prensa (“We can fact-check your ass!” (Podemos verificar la veracidad de su trasero) es uno de los conocidos gritos de guerra de la blogosfera) y una importante biblioteca de investigación de bloopers, segmentos excluidos de la edición, travesuras, chistes y apariciones embarazosas de personajes encumbrados. Pero nada de esto todavía llega al nivel de una cultura periodística lo bastante rica como para competir seriamente con los viejos medios – para funcionar como reemplazo y no como apéndice -.
Los más fervorosos creyentes en el potencial transformador del periodismo vía Internet operan no sólo por fe en sus logros, aun cuando estos sean mayormente cosa del futuro, sino también por la certeza de que los viejos medios, al seleccionar qué publicar y poner al aire, cometen errores terribles y, lo que es peor, nacidos de intenciones innobles. Son políticamente tendenciosos o pasan por alto o suprimen noticias importantes o están desconectados de las preocupaciones de la gente común o son meros transmisores pasivos de las declaraciones oficiales. Cuanto más aparece el periodismo tradicional como una prensa cautiva y anticuada, más providencial parece Internet.
Jay Rosen, profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York que fue el principal defensor del “periodismo cívico” incluso antes de que existiera Internet, escribió en The Washington Post en junio que había creado su blog, PressThink, porque “estaba cansado de someter mis ideas a la aprobación de editores que me obligaban a respetar los silencios que ellos mantenían como periodistas profesionales. El día siguiente a que el presidente Bush fuera reelegido en 2004, sugerí en mi blog que al menos algunas de las organizaciones de noticias deberían considerarse opositoras a la Casa Blanca. Sólo pasando a la oposición, argumenté, podía la prensa contar la verdadera historia de la enorme expansión del poder ejecutivo durante la administración Bush. Esa idea no había sido analizada en las redacciones tradicionales, que siempre habían podido limitar el debate sobre cuál es y cuál no es la función del periodista. Pero ahora que los aficionados se habían sumado a las filas de los profesionales en la zona de prensa, las redacciones no podían darse el lujo de no debatir sus prácticas.”
En Press Think, Rosen ahora tiene el foro que antes no tenía; y la semana pasada anunció el lanzamiento de un nuevo emprendimiento, llamado NewAssignment.Net, en el cual una “masa inteligente” de donantes paga a los periodistas para que aborden “notas que los medios de prensa tradicionales no tratan, no pueden tratar, no quieren tratar o ya han sido indebidamente tratadas”. La clave de la idea, según Rosen, es darles a “las personas antes conocidas como el público” el poder de asignación de tareas antes reservado a los editores. “NewAssignment.Net sería un caso de periodismo sin medios,” escribió en PressThink. “Eso es lo lindo.”
Incluso antes de la aparición de NewAssignment.Net e incluso para las personas que no escriben blogs, hay mucha más oportunidad de comunicarse con las organizaciones periodísticas que antes. En sus versiones de Internet, la mayoría de las organizaciones periodísticas tradicionales ofrece acceso a sus periodistas para que respondan preguntas de los lectores y a menudo permite a los lectores exponer su propio material. Poder ver esto como la llegada de la verdadera democracia a lo que antes era una oligarquía de los medios hace más fácil argumentar que el periodismo vía Internet ya ha logrado grandes cosas.
No obstante: ¿Es Internet una mera válvula de seguridad, un salon des refusés, o verdaderamente produce información original fuera del campo de la opinión y el comentario? Debería despertar sospechas el hecho de que tan a menudo encontremos el mismo menú de ejemplos para demostrar sus logros: los bloggers demolieron el informe dado por “60 Minutes” en 2004 sobre el servicio del presidente Bush en la Guardia Nacional y, con él, la carrera de Dan Rather; los bloggers pusieron en primera plana los aparentes elogios de Trent Lott a la era de Jim Crow y así lo depusieron como líder de la mayoría en el Senado.
El mejor periodismo online original más a menudo nace por accidente, cuando personas inteligentes y curiosas con acceso a los medios de comunicación se encuentran en la escena de un desastre repentino. Cada vez que se produce una gran noticia de manera inesperada o en lugares lejanos y peligrosos, hay más información cruda en Internet que en las organizaciones de noticias establecidas. Las fotografías más memorables del atentado terrorista ocurrido en Londres el verano (boreal) pasado fueron tomadas por pasajeros del subterráneo con sus celulares, no por fotógrafos de prensa, que no tuvieron tiempo de llegar. Hubo más personas corrientes que periodistas pagos subiendo información a la Red cuando el tsunami golpeó el sur de Asia por primera vez en 2004, cuando el huracán Katrina golpeó la Costa del Golfo en 2005 y cuando las bombas israelíes golpearon Beirut este verano (boreal). Me encuentro en una posición privilegiada para valorar los beneficios del periodismo ciudadano en tales momentos porque este contribuyó a salvar la vida de mi padre y su esposa cuando quedaron aislados en Nueva Orleans luego del huracán Katrina: los sectores ciudadanos de los sitios Web de las organizaciones periodísticas locales fueron, durante uno o dos días cruciales, uno de los mejores lugares para obtener información sobre cómo salir de la ciudad. Pero, pasado el tiempo, la mejor información sobre la razón por la cual el huracán destruyó una parte tan grande de la ciudad provino de los periodistas, no de los ciudadanos.
Los relatos de testigos presenciales y el compartir información durante las catástrofes repentinas son algo bueno, aun cuando no proporcionen un informe completo de lo que ocurre en una situación dada. Y eso es lo que el periodismo ciudadano debe hacer: mantenerse al tanto de los asuntos públicos, en especial a nivel local, año tras año, aun cuando no haya ningún desastre. Los periodistas ciudadanos llevan una pesada carga teórica. Deberían desplegarse como un gran ejército y cubrir no sólo lo que cubren los periodistas profesionales, tan bien como ellos o mejor, sino también mucho de lo que estos pasan por alto. El gran periodismo ciudadano es como el Pasaje del Noroeste – tiene que existir para demostrar que los ciudadanos pueden aprender sobre la vida pública sin la mediación de los profesionales -. Pero cuando uno lo lee, después de haber estado expuesto a la expectativa, es casi imposible no pensar: ¿Y por esto tanto bochinche?

Oh My News parece atraer muchos más lectores que cualquier otro sitio de periodismo ciudadano – alrededor de 600.000 diarios, según sus propios datos -. Un día de junio, los lectores de su edición inglesa se encontraron con esta nota central: “Robots imprimibles: Avances en la tecnología de chorro de tinta pronostican origami robótico”, de Gregory Daigle. Comienza así:

“Desde el diminuto ASIMO de Honda hasta el coloso de la película animada Iron Giant, los chicos de todo el mundo saben que los robots son máquinas geniales pero complejas. Los avances en la robótica promueven planes de la NASA que parecen guiones de películas de ciencia ficción.
Aquí abajo en la Tierra, ¿qué podemos esperar en estos próximos años de la tecnología robótica para el consumidor? ¿Reprogramar nuestro Roomba? Aburrido. ¿Hackear nuestro perro robótico Aibo? Ya se ha hecho. ¿Imprimir nuestro robot? ¡Guau!”

El mismo día, Barista of Bloomfield Avenue, el nom de Web de Debbie Galant, habitante de un pueblo suburbano de Nueva Jersey que es una de las más reconocidas “bloggers hiperlocales” del país, encabezó su nota con una foto de sus recientes vacaciones en los Berkshires. El siguiente artículo era “Hazing Goes Loony Tunes” (Las manteadas se vuelven locas), y aquí lo tienen en su totalidad:

“El rumor de la calle es que las autoridades de Glen Ridge ayer derrotaron a la promoción 2007 en el ritual anual de viejos contra nuevos, al obligar a los alumnos del último año a quedarse después de hora durante varios minutos para darles a los estudiantes nuevos ventaja para correr a casa. Tenemos informes de que alumnos mayores a bordo de autos, una vez liberados de la escuela, buscaban a novatos rezagados, mientras oficiales de la policía de Glen Ridge en patrulleros rastreaban autos decorados con los atributos de la promoción 2007. Naturalmente, si algún alumno de primer año fue agredido con mayonesa, queremos saberlo.”

El sitio local de periodismo ciudadano considerado el más completo de los Estados Unidos, Northwest Voice, de Bakersfield, California (que también tiene una versión impresa y es propiedad del gran matutino de la ciudad), eligió como nota central una titulada “A Boost for Business Women” (Impulso para las mujeres de negocios), que comenzaba así:

“Adiós, Mundo Empresario.
Hola, empresa propia – tiempo para la familia y felicidad -.
Al menos eso es lo que siente Jennifer Meadors, habitante del Noroeste, luego de que esta ex empleada de un banco comercial lanzó su propia empresa para Arbonne International, compañía dedicada al cuidado de la piel, hace unos ocho meses. Hasta ahora, ha tenido éxito, en lo profesional y en lo personal.”

Otro sitio de periodismo ciudadano muy elogiado es Backfence.com, con sede central en los suburbios de Washington D.C. El mes pasado, patrocinó una competencia para elegir las dos mejores notas de periodismo ciudadano; el premio era un viaje gratuito a una conferencia organizada por Oh My News en Seúl. Una de las ganadoras fue Liz Milner de Reston, Virginia, por una nota que empezaba así:

“Entre las numerosas definiciones de “héroe” que da The American Heritage Dictionary está “Persona que se destaca por sus proezas en un determinado campo”. Reston es una comunidad de personas creativas, de modo que parecería adecuado que sus héroes fueran modelos de creatividad. Por lo tanto, propongo a Ralph Lee Smith, músico y escritor freelance de Reston, para el puesto de “Héroe Local, Categoría Creatividad”. A través de sus actuaciones, grabaciones, enseñanza de la escritura y exposiciones en museos, este habitante de Reston de 78 años ha contribuido a dar nueva vida a una forma de arte que estaba al borde de la extinción – el arte de tocar el salterio montañés -. Smith ha contribuido a popularizar el repertorio de este instrumento de modo que ahora la música montañesa está en todas partes – incluso en las mejores películas de Hollywood -.”

En otras palabras, el contenido de la mayor parte del periodismo ciudadano le resultará familiar a cualquiera que haya leído el periódico de la iglesia o la comunidad – es reconfortante y probablemente forme parte de las buenas cosas del mundo, pero no constituye el desafío colectivo al poder que los medios tradicionales supuestamente no se atreven a plantear -. A menudo, el material periodísticamente más impresionante de uno de los sitios de periodismo ciudadano “hiperlocales” tiene vínculos con el periodismo profesional, como en el Northwest Voice o en el Chi-Town Daily News, donde gran parte del material es redactado por alumnos de la Escuela Medill de Periodismo de la Universidad del Noroeste que están estudiando para ocupar cargos full-time en organizaciones periodísticas. En el nivel más alto de logro periodístico, la nota que reveló el avance de la guerra contra el terrorismo sobre las libertades civiles, que ha preocupado a la administración Bush, provino de anticuados diarios y canales televisivos de las grandes ciudades, no de periodistas de Internet; día a día, los informes más independientes sobre los acontecimientos mundiales provinieron de las mismas fuentes tradicionales. Incluso en el mejor y más ambicioso de los casos, el periodismo ciudadano está escrito como una respetable página de Opinión, y no una que ofrezca opiniones osadas, brillantes, prohibidas que serían inasequibles por otros medios. La mayor parte del periodismo ciudadano llega a públicos muy pequeños y especializados y tiene preocupaciones menores. David Weinberger, otro defensor del periodismo de los nuevos medios, ha resumido la situación con un ingenioso giro a la máxima de Andy Warhol: “En la Red, todos serán famosos para quince personas.”


El periodismo – es decir, la tradición por la cual un miembro de una determinada categoría profesional cruza los límites usuales de la geografía y la clase, va a donde están ocurriendo cosas importantes, formula a los poderosos preguntas directas e impertinentes e informa, de manera confiable y en lenguaje sencillo, a un público general – es un invento característico y bastante reciente. Probablemente comenzó en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX, mucho después que los Fundadores redactaran la Primera enmienda. Se ha difundido – y continúa difundiéndose - en todo el mundo. Es una poderosa herramienta social porque proporciona a los ciudadanos una fuente independiente de información sobre el Estado y otros poseedores de poder. Parece obvio, pero el periodismo requiere de periodistas. No tienen que ser sacerdotes o guardabarreras ni siquiera profesionales pagos; sólo tienen que ir y hacer su trabajo.
Internet no es hostil al periodismo; potencialmente, es el mejor medio periodístico jamás inventado. Unos pocos lugares, como el sitio de Yahoo! que opera Kevin Sites, ofrecen siempre buen periodismo con el sabor característico de Internet y no con el de lo reciclado. Pero para seguir avanzando en esa dirección, tenemos que defender el periodismo original como una virtud y usar Internet para hallar nuevas formas de presentar material nuevo – que, indefectiblemente, terminará siendo producido por personas que hacen eso full time, no “ciudadanos” con otro empleo -.
El periodismo actualmente no está en un período de máxima confianza en sí mismo, y los defensores de Internet son prácticamente muestras de laboratorio de máxima confianza en sí mismos. Llevan las de ganar en el plano retórico; los periodistas tradicionales que responden a sus objeciones a menudo parecen desorientados o acobardados y llenos de excusas. Pero, por el momento, no hay demasiada relación entre los planteos sobre las posibilidades intrínsecas de un periodismo sin periodistas y lo que realmente producen las personas que se dedican a esa actividad. Conforme el periodismo se muda a Internet, el principal proyecto debería ser trasladar allí a los periodistas, no dejarlos afuera.

*N. del T.. Citizens Band o Citizens Radio Service es un servicio de radio de ida y vuelta cuya licencia concede la Comisión Federal de Comunicaciones a un ciudadano para comunicaciones de corta distancia de tipo personal o comercial.

Etiquetas:

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal