viernes, abril 24, 2009

Matt Drudge: algo amarillo, muy influyente


Matt Drudge fue uno de los principales referente online en la campaña que llevó a Obama a la Casa Blanca. Junto a Politico y al Huffington Post, Drudge Report -una combinación de agregador refinado con contenidos propios- marcó las últimas elecciones con 20 millones de visitas diarias (no únicas, obvio) en el peak de la campaña. Matt Drudge comenzó su carrera con un boletín vía email (por suscripción), que en 1996 se convirtió en su hoy famosa website, que apenas unos meses después ya tenía 80 mil visitas únicas. Pero fue su golpe sobre la relación de Bill Clinton con Mónica Lewinsky lo que lo lanzó al estrellato medial (y mundial), situación que para nada le molesta. Le encanta. La revista New York lo calificó dentro de los 50 gays más importantes de EE.UU. , los conservadores lo odian y muchos periodísticas históricos lo han calificado de amarillo, por el poco cuidado que pone a algunos de los contenidos del sitio, el que dirige personalmente. El siguiente es un artículo del New Republic dedicado a Matt Drudge, su relación con la política (entre otras cosas le hizo la campaña a Hillary Clinton), su fama y el poder del Drudge Report.

Por Gabriel Sherman
The morning of June 7, 2008, Matt Drudge showed up at the National Building Museum in Washington, where Hillary Clinton was scheduled to give her concession speech. At the entrance, Drudge found his host, Tracy Sefl, a Clinton campaign staffer who, the day before, had offered to meet Drudge at the event. Throughout the campaign, Sefl had served as the Clintons' preferred back channel to communicate with the mercurial operator of the Drudge Report. Both sides benefited from the arrangement: The Clinton camp could push favorable items into the news cycle, and Drudge would receive the inevitable traffic boost that accompanied anything Hillary-related. (As Drudge himself once quipped on his radio show: "I need Hillary Clinton. You don't get it. I need to be part of her world. That's my bank.")


While thousands of Hillary supporters streamed into the hall, Drudge and Sefl stood chatting off to the side and waited for Clinton to take the podium. Soon, word leaked out that Drudge was somewhere in the room, and Sefl's BlackBerry lit up with frantic e-mails from reporters hoping to gain an audience. "Are you really there with him?" one national political reporter wrote. "Will you introduce me? Is it true? Can I come meet you?" e-mailed another.


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