Bowden y los costos de una TV capturada
El periodismo vive hoy de las disyuntivas. La peor de todas es tener que hacer buen periodismo aunque el negocio (ya sea por principios o por calzar lo balances financieros) no dé. Lamentablemente frente a esta dificultad los medios han optado por equilibrar el negocio, a pesar del costo que tiene en credibilidad y prestigio. En EE.UU, sólo un 29% cree en la seriedad del trabajo de los medios y eso que hablamos de un periodismo que ha hecho escuela. Mark Bowden, el autor de Killing Pablo y La caída del Halcón Negro, escribió un artículo para la Atlantic, en el que se hace cargo de este tema, especialmente en la TV. Según Bowden los noticieros en EE.UU. están secuestrados por los sicarios políticos (bloggers y jefe comunicacionales). Todos, no sólo Fox. "El trabajo realizado anteriormente por periodistas y productores está ahora en manos de operadores políticos e ideólogos aficionados, de un bando u otro". La TV (y los medios chilenos) no han llegado a ese nivel de influencia de los actores políticos, pero frente a una elección tan estrecha, es mejor estar atentos. Especialmente si vemos que los noticieros nacionales están lejos mostrar pautas diferenciadoras y puntos de vista muy distintos. Además, de (en general) obviar las noticias complejas. Mientras más nos alejemos de los filtros, la investigación y la capacidad de tomar decisiones propias, más vulnerables estaremos a las pautas generadas por las oficinas de comunicación estratégica, los políticos y las fuentes "amigas". Las noticias en la TV están pasando por un momento duro en general. Un debate no muy distinto al del resto de los medios. Cómo conseguir prestigio y credibilidad y al mismo tiempo no perder audiencia.
Por Mark Bowden
Por Mark Bowden
If you happened to be watching a television news channel on May 26, the day President Obama nominated U.S. Circuit Court Judge Sonia Sotomayor to the Supreme Court, you might have been struck, as I was, by what seemed like a nifty investigative report.
First came the happy announcement ceremony at the White House, with Sotomayor sweetly saluting her elderly mother, who as a single parent had raised the prospective justice and her brother in a Bronx housing project. Obama had chosen a woman whose life journey mirrored his own: an obscure, disadvantaged beginning followed by blazing academic excellence, an Ivy League law degree, and a swift rise to power. It was a moving TV moment, well-orchestrated and in perfect harmony with the central narrative of the new Obama presidency.
But then, just minutes later, journalism rose to perform its time-honored pie-throwing role. Having been placed by the president on a pedestal, Sotomayor was now a clear target. I happened to be watching Fox News. I was slated to appear that night on one of its programs, Hannity, to serve as a willing foil to the show’s cheerfully pugnacious host, Sean Hannity, a man who can deliver a deeply held conservative conviction on any topic faster than the speed of thought. Since the host knew what the subject matter of that night’s show would be and I did not, I’d thought it best to check in and see what Fox was preoccupied with that afternoon.
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