martes, septiembre 11, 2007

Paula 40


Paula cumplió cuatro décadas sobre la base de una identidad que pocos medios podrían arrogarse hoy: una fina comunicación con su audiencia, la búsqueda de buenas historias y la clara idea que para sobrevivir hay que pensar permanentemente en cómo debe ser la revista mañana. Probablemente este ejercicio ha sido el más complejo de sacar adelante desde que Paula dejó la mensualidad, pero la página web -que pronto estará disponible- reflotara el concepto de que un medio que pretenda salir de la incertidumbre actual no puede olvidar que las cosas ya cambiaron y que es mejor estar en la primera fila que en la última. El esperado website de Paula potenciará las virtudes de la revista y tendrá la máxima de ir de la mano con la audiencia que ha seguido la revista por muchos años y también de conquistar a los nuevos lectores. Será el reflejo de un equipo de periodistas que en general busca aprender de otros medios, ha sacado lo mejor del periodismo narrativo y no le ha hecho el quite a los profundos cambios que está viviendo el rubro de las revistas. El siguiente texto fue escrito por la directora de Paula, Milena Vodanovic, sobre lo que involucró la edición aniversario y el tortuoso proceso de darle vida.

Edición aniversario: La soga al cuello
Por Milena Vodanovic
Hacer un número aniversario en cualquier revista, sobre todo si se cumplen 40 años y ya se han hecho antes muchas memorables ediciones especiales, es siempre una apuesta incierta a la que el equipo periodístico se enfrenta con una soga al cuello: o resulta o resulta.

Desde el comienzo surge una pregunta, siempre angustiosa: ¿Cómo volver a sorprender?

Y tras ella, otras más: ¿cuán relavante es la contudencia del volumen, agregar más páginas o una portada especial?, ¿hay que mantener las mismas secciones de siempre o atreverse justo en esta edición con algo inédito?, ¿es el momento de buscar otros formatos o mejor nos ceñimos a fórmulas ya conocidas y esperadas por el lector?
También surgen dudas que tienen más relación con la naturaleza de celebrar que con el impacto que se quiere causar: ¿Qué se celebra, pretéritos años de gloria o un presente fascinante? Si se desempolva el álbum de los recuerdos, ¿parecerá que ahora no somos nada? Y si barremos con la historia, ¿estaremos desaprovechando un recurso valioso?

En Paula cada edición anversario ha sido, en los últimos años, un parto difícil. Estas megaediciones requieren una pauta que combine puntos de vista diferentes sin perder el estilo propio que reconocen y valoran los lectores. Es como si un individuo se sintiese conminado a sorprender a sus amigos, cada cumpleaños, con una fiesta mejor que la anterior, un menú diferente, una música que dé que hablar, pero sabiendo que pese a la ansiedad por probar cosas nuevas, sus invitados jamás le perdonarían un paso en falso que privara a sus fiestas de su sello distintivo.

Con esa tensión encima, hace ya unos seis meses, partimos en Paula pensando cómo hacer una nueva edición aniversario. Esta vez celebrábamos 40 años, cifra contudente: la fiesta tendría que ser en grande.

Lograr impacto, lograr avisos, lograr que los lectores reconozcan su revista en este volumen distinto que no sigue la pauta habitual, lograr comentarios, lograr ser vistos:
esas son las metas aterrantes de un número aniversario.

En Paula, las discusiones sobre cómo convertir esta soga al cuello en un producto concreto que nos llevase al indulto, fueron largas e involucraron al equipo completo.
Hicimos grupos de trabajo para recoger “lluvia de ideas”, luego nuevos grupos para organizar la lluvia.

Desechamos que esta revista fuera una colección de anéctodas del pasado; nos desembarazamos de la tentación de que fuese un especial “para la mujer de 40 años”. Decidimos que sí, que teníamos que rescatar cosas antiguas (ahí está el primer número, íntegro); pero afirmamos que Paula no era su pasado, sino también su presente y sea cual sea, su futuro. Por eso acordamos que también teníamos que apostar por cosas radicalmente distintas y, por primera vez, incorporamos un formato nuevo: mini-biografías, textos escritos por buenas plumas sobre su propia vida, testimoniales directos... un experimento.

No sin poco debate interno –entre quienes decían que “sería una lata” y otros que apoyaban frenéticamente la idea, nos atrevimos a juntar gente de ámbitos distintos, en entrevistas cruzadas: Hermógenes Pérez de Arce y Rafael Gumucio; una presidenta de centro de alumnos de un colegio de Vitacura y otra de La Pintana; el empresario Hernán Somerville y Lobsang Palacios, el Okupa de la casona de calle República. No sabíamos cómo iban a resultar. Pauteamos más de las que fueron y dejamos sólo las que funcionaron.

En general, pauteamos delirantemente. Al cerrar la edición teníamos más temas que páginas por llenar.

Los visuales fueron otro asunto: cómo darle a ese registro de chilenismos que hemos hecho propio un nuevo look, más poético.

De las 7 a 10 páginas habituales de agenda, aumentamos a 40. No sólo porque nos encantan los datos y porque cumplíamos 40 años. También porque nuestros lectores son ávidos de esta información breve y a la vena, útil, puro servicio. Es uno de nuestros reconocidos puntos fuertes. Entonces dijimos: si esto gusta tanto, hagamos más.

Trabajamos también codo a codo con el equipo de ventas, con el de marketing, con los gererentes, con nuestra agencia de publicidad.

Con la revista lista, convertida en maqueta antes de irse a imprenta, todos experimentamos una extraña sensación: no saber si la edición estaba buena o mala, si sería bien recibida o no, si habíamos logrado hacer la fiesta diferente-pero-siempre igual una vez más o si en alguna parte, sin ni siquiera darnos cuenta habíamos metido la pata indefectiblemente.

Probablemente así son todos los procesos creativos. Y probablemente esa sea la mayor virtud, para un equipo periodístico, de hacer un número aniversario: tenerse que enfrentar, cada tanto, a esta soga al cuello que obliga a mover el piso para no quedar colgados.

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