jueves, noviembre 19, 2009

Arcadi Espada y el Periodismo en construcción

"Es probable que en ningún otro momento de la historia el periodismo se haya convertido tanto en tema", dice Arcadi Espada en el texto en el que decide visualizar lo que el llama el metaperiodismo, el fin del periodismo que conocimos. La crisis (o revolución) de los medios, según el escritor y periodista español, ha puesto a la profesión más allá de sus propios límites. Todos hablan (o quieren hablar) del periodismo, otros quieren escribir su obituario (especialmente los geek que hoy creen que los ciudadanos ya no necesitan mediadores) y otros simplemente aprovechar la incertidumbre para construir un presente de clarividentes. "Desde los muckrakers hasta Bob Woodward, el periodismo ha sido un oficio de honrados y valientes, con el único pero muy atractivo defecto del cinismo". Pero Espada enfatiza que en este nuevo escenario la profesión ha quedado del lado de los políticos, compartiendo el mal juicio de la audiencia. Y asume esa crítica con el ejemplo de que los periodistas dejaron de lado a los ciudadanos para pasearse por la misma vereda los poderosos. Esto ha abierto puertas para un clamor popular en contra de la profesión. Espada, quien por estos días ha anunciado la creación de Factual, un sitio con contenidos pagados, cree que un mundo sin mediación periodística "no es nada más que la extensión a la comunicación de masas del canon posmoderno: se trata de un mundo donde la comprobación de la veracidad de las noticias tiene una importancia relativa". Este relativismo, que se aprecia mayoritariamente (según Espada) en los sitios web, es parte del metaperiodismo. Aunque lógico, los riesgos (y las expectativas) son evidentes, pero se explican mucho mejor en el siguiente texto.

Por Arcadi Espada
Una gigantesca y universal explosión de metaperiodismo se ha producido en el último año. Es probable que en ningún otro momento de la historia el periodismo se haya convertido tanto en tema. Y no sólo en su propio tema. Los discursos económicos, políticos, tecnológicos, literarios y científicos también se han ocupado de la crisis del periodismo. Y es también probable que, como siempre que se produce una convulsión cultural de magnitudes semejantes, el periodismo se haya convertido en la excusa (en la percha, dicho sea en su argot de sastrería) para hablar de muchas otras cosas.

He seguido esta discusión con pasión, casi con voracidad animal. Hace tiempo que me convencí de la imposibilidad de continuar practicando el oficio sin añadirle una preocupación constante por su making of. Los periodistas que escriben sin meditar sobre los modos de producción de la noticia (desde las cuestiones éticas hasta las puramente técnicas) han acabado por parecerme novelistas que en el siglo XXI practican el realismo ingenuo y escriben de un modo crédulo e indiferente. Hacer periodismo es hoy, también, informar sobre el propio periodismo. La ontológica modestia franciscana del oficio, esa pavana para un pollo muerto de que el periodista nunca es noticia, ha acabado revelándose como un mero modo de encubrimiento y elusión de las responsabilidades.

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