lunes, marzo 30, 2009

Medios débiles, democracias en crisis

Un extenso ensayo en el New Republic, propone una profunda discusión acerca de la importancia del periodismo y los medios como dínamo de la democracia. Los despidos masivos en los diarios estadounidenses, ha obligado a reducir la nómina de los reporteros en la Casa Blanca y el Capitolio. Esto, según el artículo, deja el campo descubierto (desaparecen los filtros) para la erosión de la democracia. Aunque esto no es un tema nuevo (hay que reconocer que por otras latitudes, la discusión sobre la profesión está muy lejos del amateurismo), la pérdida de "la noticia" como bien público se ha ido profundizando y el riesgo de que la redes sociales, los blogs y los medios alternativos no suplan este espacio es considerable.
La "confesión" de FASA (y la participación accionaria de Piñera) puso nuevamente a los diarios chilenos frente a un desafío que evidentemente (en su mayoría) no han cumplido al nivel de las expectativas (¿nos interesan entrevistas exclusivas o pruebas que confirmen o desestimen la colusión?). Porque más allá del legítimo derecho de que funcionen como industria, los diarios chilenos no asumieron totalmente -una vez recuperada la democracia- su rol de intermediarios, de representantes y finalmente de invitados relevantes de la libertad en su máxima expresión. Quizás suena un poco ingenuo pedir a los medios, justo en una crisis, que recuperen ese rol, pero sí podemos ponerlos en alerta frente a la pérdida de confianza y la relevancia que aún tienen para la democracia. Humildemente, por supuesto. "los periódicos han sido nuestros ojos en el Estado, nuestro control de los abusos privados, nuestros sistemas de alarma ciudadana. Es cierto que con frecuencia han dejado de cumplir esas funciones, pero si lo pueden seguir desempeñando, ahora está en duda", dice el New Republic. Pero hay una buena noticia: el Huffington Post acaba de lanzar una fundación para potenciar el periodismo de investigación.

Por Paul Starr

We take newspapers for granted. They have been so integral a part of daily life in America, so central to politics and culture and business, and so powerful and profitable in their own right, that it is easy to forget what a remarkable historical invention they are. Public goods are notoriously under-produced in the marketplace, and news is a public good--and yet, since the mid-nineteenth century, newspapers have produced news in abundance at a cheap price to readers and without need of direct subsidy. More than any other medium, newspapers have been our eyes on the state, our check on private abuses, our civic alarm systems. It is true that they have often failed to perform those functions as well as they should have done. But whether they can continue to perform them at all is now in doubt.

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