martes, julio 24, 2007

Medioambiente, el nuevo periodismo amarillo

La pieza por excelencia de periodismo ambiental fue escrita en diciembre de 1989 para la Rolling Stone. Investigada por Tom Horton, describía las reales consecuencias del accidente del Exxon Valdés en Alaska, que derramo toneladas de su sangre negra en la bahía de Anchorage. Lo peor de este tipo de trabajo ha sido la saga sobre el calentamiento global, que tiene a los medios compitiendo por publicar estudios de dudosa categoría, teorías conspirativas donde no las hay y pronósticos fatalistas. Sin ningún chequeo o investigación. Horton basaba su trabajo para la RS sobre la base de cifras, análisis de la contaminación, la comparación con otros casos y, por supuesto, la incivilizada negligencia de la Exxon antes y durante el desastre. Hoy casi no existen historias como las publicadas por Horton (salvo en revistas científicas o la National Geographic), sólo teóricos del fin del mundo. El periodismo ambiental -hoy de moda- ha perdido la fuerza que lo convirtió en la barrera natural contra la destrucción de la biodiversidad y ha dejado su fundamento (la ciencia) para tomar el del espectáculo. Este artículo de Slate dice que el periodismo verde es hoy el nuevo periodismo amarillo. Una tesis no muy difícil de justificar.

Por Jack Schafer

Slate.greenjournalism

Yellow journalism now comes in a new color: green.
Often as sensationalistic as its yellow predecessor, green journalism tends to appeal to our emotions, exploit our fears, and pander to our vanity. It places a political agenda in front of the quest for journalistic truth and in its most demagogic forms tolerates no criticism, branding all who question it as enemies of the people.

Not all green journalism harangues, but even the gentlest variety sermonizes, cuts logical corners, and substitutes good intentions for problem solving. For an example of creepy gentle green journalism, there's no better example than the "Slate Green Challenge," a series that Slate started publishing last fall in conjunction with TreeHugger.org.

I've got no fundamental quarrel with TreeHugger. They're propagandists who are "dedicated to driving sustainability into the mainstream" and don't really pretend to be journalists. My bitch is that Slate, which ought to know better, boarded the trendy greenwagon to publish the group's flawed, if well-meaning, guide to reducing carbon dioxide from one's "diet."

Now, don't get me wrong. Carbon emissions may indeed be causing harmful climate change, and dramatic reductions by Americans may actually do some good. But in typical green journalism fashion, the feel-good TreeHugger copy gives equal emphasis to reducing your airline travel and installing an aerating shower head in your bathroom. (Carbon saving from canceling that New York to Los Angeles roundtrip: about a ton. Installing new shower head: about a thimble.)

Etiquetas:

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal