martes, julio 31, 2007

Las caras de Murdoch

Papá Bush decía que la familia modelo estadounidense era (y debía serlo) más parecida a los Walton y que a los Simpson. Sin duda, lo mismo piensa Rupert Murdoch acerca de la características liberales de la serie más exitosa de su cadena, pero no tiene problemas en potenciar a sus creativos, aunque se burlen del "jefe". Negocios son negocios. Para los detractores del presidente de News Corp. no existe esta lógica dicotómica en el hombre que ha ofrecido lo que nadie por Dow Jones para adquirir el Wall Street Journal: es un obsesionado por el poder, un monstruo de los medios, un francotirador de la mentira periodística que tiene en Fox su principal munición. Los medios "serios" han salido a cobrarle a Murdoch su cobarde decisión de destruir el periodismo. Sin embargo, hay muchas dudas que quedan en esta avalancha de moralismo periodístico. Cuál es el rol de la compañía de Murdoch, qué ha hecho este australiano que otros medios no hayan imitado alguna vez, qué quiere Murdoch realmente, por qué los medios tradicionales no buscan su crédito en los forados que deja News Corp en la audiencia (la que no consume su prensa), cuál es la real definición de los mega medios que hoy están en pleno desarrollo y el rol de la web para aplacar esta desenfrenada expansión. Y al final, qué cualidad queremos que tenga el periodismo del presente cercano. Queremos que sea similar a los Walton o a los Simpson.


There isn't anyone, except his family (Kennedy-esque in its familial fierceness), and people on his payroll (which has come to include a fair percentage of the media world—my own daughter, a reporter at the New York Post, among them), who has wanted Rupert Murdoch to succeed, or even wished him well. And yet, here we are—he's getting his prize: The Wall Street Journal. The day-late-dollar-short question is this: How come Murdoch, opposed by everybody, always gets what he wants?

Photo illustration by Michael Elins; Peter Morgan/Reuters/Corbis (Murdoch photo).
Just as I was asking myself this, just as Murdoch was going in for the kill at Dow Jones and The Wall Street Journal in a storm of media coverage, Steve Jobs was releasing the iPhone in an equal blizzard of press, and Paris Hilton, similarly awash, was getting out of jail. Which is when, watching these simultaneous demonstrations of iron will and showmanship, I understood: publicity geniuses are different from you and me. They have the stomach for it. This temperamental combination of imperviousness and egomania that allows them, compels them, to dominate the media (and Murdoch dominates as both owner and actor) means, too, that they dominate reality, that it's their world and we just … well, you know.

Reality reversal: On March 29, Murdoch tells the Dow Jones C.E.O. he's willing to pay $60 a share for the company. The amount is a dramatic gesture—at more than 60 percent above the share price, a heart-stopping premium. It will make the C.E.O., Richard Zannino, in the job for little more than a year, rich. (It will reportedly make him in excess of $20 million, in fact.) Now, the Bancrofts, the attenuated, old-money family that holds voting control over Dow Jones, have always said, explicitly, the company isn't for sale. They've rejected all past offers, including one from The New York Times. The code of buy and sell is clear: equivocation means you're in play; giving someone the back of your hand means you're not. If Zannino had stonily spurned Murdoch, we'd probably never have heard about the bid (you don't make public offers for unbuyable companies). But Zannino chose to remain "neutral." Since there are many Bancroft-family members, and they're a bit of a stumblebum group, there was no single voice to do the official spurning. Hence, the appearance of equivocation. And then word of the offer was leaked by we know not whom (the Murdoch people deny they are the leakers). Equivocation, combined with the $60 offer, meant the share price immediately went from $36 to $56, suddenly turning everybody's worthless options into gold. To then reject the offer would literally have involved taking money away from people—try that sometime

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martes, julio 24, 2007

Medioambiente, el nuevo periodismo amarillo

La pieza por excelencia de periodismo ambiental fue escrita en diciembre de 1989 para la Rolling Stone. Investigada por Tom Horton, describía las reales consecuencias del accidente del Exxon Valdés en Alaska, que derramo toneladas de su sangre negra en la bahía de Anchorage. Lo peor de este tipo de trabajo ha sido la saga sobre el calentamiento global, que tiene a los medios compitiendo por publicar estudios de dudosa categoría, teorías conspirativas donde no las hay y pronósticos fatalistas. Sin ningún chequeo o investigación. Horton basaba su trabajo para la RS sobre la base de cifras, análisis de la contaminación, la comparación con otros casos y, por supuesto, la incivilizada negligencia de la Exxon antes y durante el desastre. Hoy casi no existen historias como las publicadas por Horton (salvo en revistas científicas o la National Geographic), sólo teóricos del fin del mundo. El periodismo ambiental -hoy de moda- ha perdido la fuerza que lo convirtió en la barrera natural contra la destrucción de la biodiversidad y ha dejado su fundamento (la ciencia) para tomar el del espectáculo. Este artículo de Slate dice que el periodismo verde es hoy el nuevo periodismo amarillo. Una tesis no muy difícil de justificar.

Por Jack Schafer

Slate.greenjournalism

Yellow journalism now comes in a new color: green.
Often as sensationalistic as its yellow predecessor, green journalism tends to appeal to our emotions, exploit our fears, and pander to our vanity. It places a political agenda in front of the quest for journalistic truth and in its most demagogic forms tolerates no criticism, branding all who question it as enemies of the people.

Not all green journalism harangues, but even the gentlest variety sermonizes, cuts logical corners, and substitutes good intentions for problem solving. For an example of creepy gentle green journalism, there's no better example than the "Slate Green Challenge," a series that Slate started publishing last fall in conjunction with TreeHugger.org.

I've got no fundamental quarrel with TreeHugger. They're propagandists who are "dedicated to driving sustainability into the mainstream" and don't really pretend to be journalists. My bitch is that Slate, which ought to know better, boarded the trendy greenwagon to publish the group's flawed, if well-meaning, guide to reducing carbon dioxide from one's "diet."

Now, don't get me wrong. Carbon emissions may indeed be causing harmful climate change, and dramatic reductions by Americans may actually do some good. But in typical green journalism fashion, the feel-good TreeHugger copy gives equal emphasis to reducing your airline travel and installing an aerating shower head in your bathroom. (Carbon saving from canceling that New York to Los Angeles roundtrip: about a ton. Installing new shower head: about a thimble.)

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viernes, julio 20, 2007

El Long Tail de la industria de los medios

Desde que Chris Anderson, editor de la Wired, publicó el primer artículo sobre Long Tail, el concepto se transformó en la máxima referencia para explicar la industria comercial relacionada con internet. Pero poco a poco apareció la dimensión Long Tail para los medios y la industria de la entretención. "Si la industria de la entretención del siglo XX estuvo enfocada en los "éxitos", la del siglo XXI lo estará en los "fracasos", decía Anderson, en la lógica que internet había abierto una puerta a las minorías (finalmente convertidas en mayorías). Los consumidores postergados tendrían una oportunidad y detrás de ellos compañía que apuntarían a estos nuevo nichos. Disney, como lo hemos visto, incluso está realizando películas para esos adictos a "cosas especiales". La siguiente investigación realizada por Bears Stearns da luces de cómo el Long Tail alcanzó a la industria de los medios en los últimos tres años y cómo la entretención hoy también piensa en las minorías.
ENTERTAINMENT INDUSTRY
TAIL WAGS THE DOG? Our “Loung Tail” theis argues that digital tecnology and economics are loosening barriers to entry in video production. This augurs a material increase in video content supply from many sources, which could lead to slowing growth for incumbents and a shift in value from content creators to aggregators/packager.

USER GENERATED CONTENT (UGC) NOT LILELY A FAD. Text-based UGC (e.g., blogs/social networks) already accounts for at least 13% or Internet traffic and continues to grow unabated. Also, our online video survey finds that UGC is the No 1 and No 2 most popular content category among men aged 18-34 and all respondents, respectively.

PARADOX OF CHOICE” SHIFTS VALUE TO MIDDLE OF SUPPLY CHAIN.
Increased video content supply could lead to lowe user satisfaction, given cognitive dissonance due to regret, confusion, etc. Therefore, we submit that new aggregation vehicles will emerge to solve this conundrum, as search engines did in the text-based Web, which is where the vast majority of value accrued.

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martes, julio 17, 2007

Los modelos de Disney

Como muchas compañías ligadas a la entretención y generación de contenidos, Disney está planteando su modelo de negocio sobre los siguientes pilares: la creación de contenido con un relativo bajo costo y la expansión de franquicias a la mayor cantidad de plataformas posibles, especialmente la telefonía móvil e Internet. El papá de Disney (Walt) quebró dos compañías antes de dar con el perfil correcto y el equipo correcto, pero siempre tuvo claro que la entretención era la apuesta final. Algo que no han olvidado sus sucesores. La diversificación de las plataformas y el uso de contenido (incluso el ligado a la entretención) es muy importante a la hora de definir el perfil de los periodistas de los próximos años (¿futuro?) y de ajustar o soltar la chaqueta de su formación profesional. Disney fue el primero en poner contenidos de sus programas en Itunes y ahora lo hace en teléfonos móviles alrededor del mundo. Todos sus segmentos de negocios (salvo los parques) apuntan a la convergencia y a la diversificación digital. Es interesante ver cómo han armado el modelo de negocios -más allá de su relación con Apple- siempre teniendo en cuenta que el contenido debe ser premium. Este artículo lo publicó Qué Pasa el fin de semana.

Por Chuck Salter
http://www.quepasa.cl/medio/articulo/
Albert Cheng, vicepresidente ejecutivo de medios digitales en Disney-ABC Television Group, está exponiendo la última creación de su equipo. ¿Quizás un anticipo on line del final de Lost? ¿Escenas inéditas de Desperate Housewives en el teléfono celular? No, se trata de algo aún más revelador: el wiki, esto es, un sitio creado de forma colaborativa por el personal de la empresa.
"No estoy seguro de que puedas escribir de esto", me dice. "No estoy bromeando". Con una sonrisa traviesa, Cheng, de 36 años, resume el wiki tour en el computador de su oficina, en Burbank, California, el corazón de "Tevelandia".

Su equipo no le pidió permiso a nadie para crear este sitio web interno, con los perfiles del personal y una sección llamada "Cosas cool que hicimos este año". Simplemente lo hicieron. Y la verdad es que Cheng está orgulloso de ello. El proyecto encarna todo lo que han sido sus 20 meses a cargo del departamento de medios digitales: velocidad, colaboración e iniciativa. "Nos veo como una empresa de Silicon Valley que está recién comenzando a funcionar al interior de una gran compañía", explica.

Se trata de una compañía muy grande y más que establecida. Walt Disney Co. tiene más de 133.000 empleados alrededor del mundo y una tradición de 84 años. Y tiene reglas. Pero como la tecnología digital está cambiando las maneras, alguna vez intocables, con que los gigantes mediales creaban, distribuían y profitaban con sus contenidos, Disney necesita personas que rompan algunas normas y le inspiren nuevos caminos hacia el futuro.

Cheng recorre algunos de los perfiles: Bernie, de ABC News, usa una peluca púrpura; Darcy, una diseñadora senior en abc.com, posteó una caricatura de sí misma, retratándose como un personaje de la serie South Park; David, uno de los gurús tecnológicos, lleva un monóculo hecho con cable de computador y su perfil consiste en una sola línea: "A Dave no le gusta hablar de sí mismo". Cheng admite que su página es "bastante corporativa". Se ve un retrato formal, una foto de su esposa y su perro, algunos datos personales ("nacido y criado en Hawai? Equipo favorito: 49ers? Qué hago en mi tiempo libre: me conecto a mi BlackBerry"). También hay una declaración de misión: "Los medios digitales serán los líderes globales en la creación, entrega y distribución de experiencias atractivas de entretenimiento, noticias e información".

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viernes, julio 13, 2007

El Periodismo por Wikipedia

En junio pasado la muerte del luchador Christ Benoit en EE.UU. provocó un fenómeno comunicacional que salió de toda lógica. Al menos de la periodística. En Wikipedia apareció que Benoit no había asistido a un evento por el fallecimiento de su mujer, pero la información apareció 14 horas antes de que ella fuera encontrada muerta. Esto obviamente fue noticia en todo el mundo, a pesar que sólo era un rumor, escrito por un anónimo. Un estudio de Nielsen da cuenta de que la principal fuente de información es precisamente Wikipedia, que es visitada a diario por casi 47 millones de personas. Lo más preocupante es que muchos de esos curiosos cibernautas son editores y periodistas que buscan datos, hechos e información que luego será publicada. Es decir, la influencia de esta enciclopedia en línea es cada vez mayor. Para bien o para mal, si se considera que muchos de sus textos no alcanzan a ser editados por expertos y no pasan de ser una mentira disfrazada. Los riesgos de la profesión son muchos, pero el cuidado y respeto de la credibilidad es, sin duda, el más relevante.

Online encyclopediaWikipedia has added about 20 million unique monthlyvisitors in the past year, making it the top onlinenews and information destination, according toNielsen//NetRatings.In May, Wikipedia had 46.8 million unique visitors, up72 percent from June 2006, NetRatings said. Wikipediaalso has finished on top of the news and informationcategory every month this year -- ranking ahead of Landmark Communications' Weather Channel site by anincreasing margin -- topping out with a disparity ofabout 10 million visitors in May.The site, operated by the nonprofit group WikimediaFoundation Inc., is user-run with thousands of editorsand administrators constantly making edits, startingnew pages and correcting mistakes.
Although thisopen-access format often is mentioned as a negativebecause pages are subject to misinformation and onlinevandalism, it also is its greatest strength,especially when a major news story breaks and thepages can be updated almost in real-time."It's the seminal collaborative online resource," saidNielsen BuzzMetrics vice president marketing MaxKalehoff, who has researched the site. "It's like aliving amoeba. It's constantly growing.
"Recently, though, the collaborative nature of the siteplaced it at the center of a controversy surroundingthe Chris Benoit murder-suicide. The World WrestlingEntertainment star's page was updated with information-- originating from a user with an IP addressregistered in Stamford, Conn., the corporate home ofthe WWE -- regarding his wife Nancy's death 14 hoursbefore authorities discovered the bodies in theBenoit's Georgia home June 25.An anonymous poster, who said he was from Stamford butnot affiliated with the WWE, later wrote a Wikinewsitem where he revealed that he posted the informationafter "reading rumors and speculation about thismatter online." It turned out to be an "incrediblecoincidence," he wrote.

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martes, julio 10, 2007

Web 2.0: el fin del fundamento


No es difícil preguntarse si la web 2.0 será la manifestación más contundente de la teoría de Foucault sobre la realidad concebida por los discursos. Si asumimos que la red está llena de mentiras, manipulación y distorsiones alambicadas de la realidad, qué tipo de mundo se construye en la cabeza de los cada vez perturbados usurarios de Internet. Esta es la pregunta que se hace Andrew Keen en el libro “The Cult of the Amateur”, que por hoy ya es la Biblia de los que critican esta segunda generación de consumidores de la red y que tienen el poder de participar en casi todas sus dimensiones. Los disparos del autor –que obviamente se ha ganado el odio de los blog´s emprendedores- van desde Youtube hasta Wikipedia, pero en el fondo el investigador apunta a un solo gran tema: el fin del fundamento. Sin duda, que el planteamiento de Keen es interesante. La sociedad podrá reconocerse con sólo visitar la red durante unas horas al día y al mismo tiempo preguntarse qué tipo de verdades horizontales estamos desarrollando. Los pequeños ejemplos que hoy existen sobre mitos urbanos creados por la red pueden ser grandes fundamentos mañana. Pero el problema de Keen es que desconoce la pericia y sensibilidad de las audiencias. Los diarios que hoy son “garantes” de la verdad en EE.UU comenzaron como planfletos cargados de mentiras e instrumentalizados por sus dueños y autores...En fin, este es un texto publicado en el NYT sobre el libro de Keen.


http://www.nytimes.com/2007/06/29/books/29book.html?ex=1184212800&en=daa059936ca8a928&ei=5070
Mr. Keen argues that “what the Web 2.0 revolution is really delivering is superficial observations of the world around us rather than deep analysis, shrill opinion rather than considered judgment.” In his view Web 2.0 is changing the cultural landscape and not for the better. By undermining mainstream media and intellectual property rights, he says, it is creating a world in which we will “live to see the bulk of our music coming from amateur garage bands, our movies and television from glorified YouTubes, and our news made up of hyperactive celebrity gossip, served up as mere dressing for advertising.” This is what happens, he suggests, “when ignorance meets egoism meets bad taste meets mob rule.”

This book, which grew out of a controversial essay published last year by The Weekly Standard, is a shrewdly argued jeremiad against the digerati effort to dethrone cultural and political gatekeepers and replace experts with the “wisdom of the crowd.” Although Mr. Keen wanders off his subject in the later chapters of the book — to deliver some generic, moralistic rants against Internet evils like online gambling and online pornography — he writes with acuity and passion about the consequences of a world in which the lines between fact and opinion, informed expertise and amateurish speculation are willfully blurred.

For one thing, Mr. Keen says, “history has proven that the crowd is not often very wise,” embracing unwise ideas like “slavery, infanticide, George W. Bush’s war in Iraq, Britney Spears.” The crowd created the tech bubble of the 1990s, just as it created the disastrous Tulipmania that swept the Netherlands in the 17th century.

Mr. Keen also points out that Google search results — which answer “search queries not with what is most true or most reliable, but merely what is most popular” — can be manipulated by “Google bombing” (which “involves simply linking a large number of sites to a certain page” to “raise the ranking of any given site in Google’s search results”). And he cites a recent Wall Street Journal article reporting that hot lists on social networking Web sites are often shaped by a small number of users: that at Digg.com, which has 900,000 registered users, 30 people were responsible at one point for submitting one-third of the postings on the home page; and at Netscape.com, a single user was behind 217 stories over a two-week period, or 13 percent of all stories that reached the most popular list in that period.

Because Web 2.0 celebrates the “noble amateur” over the expert, and because many search engines and Web sites tout popularity rather than reliability, Mr. Keen notes, it’s easy for misinformation and rumors to proliferate in cyberspace. For instance, the online encyclopedia Wikipedia (which relies upon volunteer editors and contributors) gets way more traffic than the Web site run by Encyclopedia Britannica (which relies upon experts and scholars), even though the interactive format employed by Wikipedia opens it to postings that are inaccurate, unverified, even downright fraudulent. This year it was revealed that a contributor using the name Essjay, who had edited thousands of Wikipedia articles and was once one of the few people given the authority to arbitrate disputes between writers, was a 24-year-old named Ryan Jordan, not the tenured professor he claimed to be.

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viernes, julio 06, 2007

Magnum 60

“Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente”, decía Robert Capa, uno de los fundadores de la agencia de fotografías Magnum, quien además fue el primer corresponsal de guerra americano muerto en Vietnam. Incluso antes de la invasión. Cada uno de los cuatro fundadores de Magnum puso US$400 para poner en marcha una de las más prestigiosas e innovadoras agencias de fotos, con una regla muy clara: la excelencia. De cada 70 fotos sólo una podía se publicada. Ese era uno de las máximas, en momentos en que la fotografía digital no existía. Hoy Magnum cumple 60 años de vida en un ambiente de incertidumbre. Los medios han cambiado y la competencia para los herederos de Henri Cartier- Bresson, David Seymour, George Rodger es hoy diferente, dura e incluso injusta. La belleza está dejando de ser el patrimonio de los fotógrafos profesionales, como el contenido de los periodistas. Los que hoy están “suficientemente cerca” no sólo son los aventureros como Capa, sino también los ciudadanos que cargan una cámara o un celular. No cabe duda que hoy los sueños no tienen la misma fuerza de la Magnum que nacía, pero tampoco han dejado de ser patrimonio de unos pocos atrevidos.

www.slate.com/id/2168565/
www.digitaljournalist.org/issue0706/magnum_intro.html
http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/Opus/Magnum/
La agencia de fotografía más célebre del mundo,fundada en 1947, cumple 60 años en un momento deincertidumbre. Las imágenes que hoy nos conmocionanson instantáneas de aficionado: es el caso de lasicónicas fotos de las torturas en la cárcel iraquí deAbu Ghraib, tomadas como recuerdo por el soldadoCharles Graner. Y, sin embargo, basta echar un vistazoa la producción de Magnum para captar qué lasdistingue: contienen belleza, es decir, inteligencia. Vistos a la distancia de seis décadas, los hombres quefundaron Magnum se alzan como gigantes. Lo eran ya ensu época y el tiempo les ha hecho crecer.

Como exigen los cánones del periodismo romántico, todoempezó con un tipo al que un amigo, el escritorWilliam Saroyan, definió como "un tahúr profesionalque tomaba fotos entre partida y partida". El "tahúr",André Friedmann, nació en Budapest en 1913. Dejó supaís con menos de 20 años y se estableció en Berlín,donde descubrió la Leica, la cámara pequeña y fiablede la que nació el fotoperiodismo. Friedmann descubriótambién que el Berlín de los años treinta no era ellugar más aconsejable para un judío como él. Volvió amudarse, esta vez a París. En 1934 conoció en un barde Montparnasse a otro joven judío exiliado, el polacoDavid Chim Szymin (Varsovia, 1911).

Poco después,Friedmann y Szymin hicieron amistad con un artistalocal llamado Henri Cartier-Bresson, pintor, cineastay, desde 1930, propietario de una Leica de 35mm conlente de 50. Chim Szymin, que adoptó el seudónimo David Seymour,encarnaba la conciencia. Cartier-Bresson, que nuncacambió de nombre, la sensibilidad estética. AndréFriedmann, que eligió llamarse Robert Capa (se creeque como homenaje al director Frank Capra), el ansiade vida, de verdad y de aventura. No lo sabían aún,pero estaban destinados a pasar a la historia delperiodismo.

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martes, julio 03, 2007

TV y Poder


A pesar que la televisión ha visto disminuir su audiencia en la última década (a nivel mundial) es un hecho que sigue siendo el medio más interesante para quienes buscan acercarse al poder y para los que pretende que éstos no lo logren. La disputa por el directorio de TVN, la atención que hoy genera Chilevisión y su vínculo con Piñera, la jugada de Murdoch con el WSJ para crear una estación especializada en economía, la decapitación de RTVC en Venezuela y el montón de "interesados" que corren tras la licitación de señales de TV muestran que la discusión sobre su influencia y lo que se espera de ella aún está en una etapa embrionaria. El siguiente es un texto del New Yorker sobre la "la edad de oro" de la TV estadounidense. Una década en que la conciencia sobre el poder de la TV y de las audiencias se hizo manifiesta. Y también sobre la ética que debía soportarla, pero que el tiempo ha convertido en un concepto permeado y estrechamente vinculado con el pensamiento del dueño de la estación televisiva.

Por Nicholas Lemann
http://www.newyorker.com/arts/critics/books/2007/04/30/
Television swept across American society as rapidly as the Internet is sweeping across it now—and with even greater immediate effects. At the midpoint of the twentieth century, radio was the dominant broadcast medium, newspapers were the dominant news medium, and movies were the most popular form of visual entertainment. Within ten years, television had taken over. Vast wasteland though it may have been (Newton Minow, the chairman of the Federal Communications Commission, called it that in 1961), television had become the basic forum of American culture.

So it’s easy to forget that everything about it was once up for grabs. There was a lot of earnest debate about what form it ought to take, and people in the business stumbled around trying to figure out how to make money at it. In “Same Time, Same Station: Creating American Television, 1948-1961”, James L. Baughman performs the basic historian’s function of taking a story whose conclusion we all know and showing that it didn’t necessarily have to turn out that way. By the end of the period he covers, there were three national broadcast networks—ABC, CBS, and NBC—with the same basic regimen: news in the early morning and early evening, soap operas in the afternoon, situation comedies and dramas during prime time, and talk late at night. It was the known world. In the beginning, though, things were unrecognizably different.

In the early fifties, very few people had sets, most of those who did lived in big cities on the coasts, and most programming was live. There was hardly any news; the appeal of sports broadcasts was not fully apparent, so Sunday afternoons were a dead zone filled with public-service programming. Shows were usually sponsored by a single advertiser, who exercised a high degree of control over the content. Programming was a seller’s market: nobody who was anybody wanted to be a television star. (That was why television’s earliest star was the washed-up Milton Berle, and why several of his immediate successors—Lucille Ball, Ed Sullivan, Jackie Gleason, Arthur Godfrey—couldn’t get arrested in Hollywood, either.) The most powerful person in the business, David Sarnoff, of NBC, thought of himself as an engineering whiz and electronics tycoon, and believed that the main economic purpose of his network was to generate demand for the television sets he manufactured.

The period that Baughman covers is the “golden age of television”—the much mourned era of dramas by Paddy Chayefsky and documentaries by Edward R. Murrow. Baughman, a professor at the University of Wisconsin, means to demythologize it. Television is the way it is, he seems to be saying, not because vulgar or greedy people got their hands on it but because of the tastes of a mass audience.

At the center of Baughman’s account is Sylvester (Pat) Weaver, who was the president of NBC in the mid-nineteen-fifties. “Weaver is the historian’s tempter,” Baughman writes, meaning that Weaver, a wellborn former advertising executive, set himself up as the good guy in the battles over the new medium. He wrote wonderful memos, as well as an autobiography that he published in old age. It isn’t just his prose that is seductive; it’s the side he took. Weaver said he wanted television to “make us all into intellectuals,” and had nothing but scorn for programming about what he called “Life in America in Its Comedy Aspects.” Instead, he went for lengthy live variety shows that he called “spectaculars,” with respectable stars and interludes of middlebrow drama, orchestral performances, opera, Shakespeare. (Weaver also created “Today,” which, after “Meet the Press,” is the longest-running show on television.) He wanted television to be more like theatre than radio or the movies. It would emanate from New York, its bond with viewers would come from special events rather than from continuity and familiarity, and its audience would have the thrill of knowing that what it was watching was taking place on a set at that exact moment

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