Obama y la dudosa idea de salvar a los diarios
Por supuesto, la insinuación de Obama no cayó bien. “Salvemos al periodismo de sus salvadores” tituló Slate, uno de los críticos artículos que dedicó al tema. Porque más allá de las buenas intenciones (en este caso es difícil suponerla, especialmente si viene de un poder del Estado) la pregunta correcta (o una de ellas) es si efectivamente la democracia se resentiría sin la existencia de diarios. La respuesta es más compleja de lo que se piensa.
Nadie podría discutir que el periodismo de investigación es un instrumento fundamental para poner en alerta a las autoridades. Es un contrapeso esencial cuando las instituciones prefieren el costo menor, es decir ocultar información. Las empresas se aterran con programas sobre denuncias de consumidores y los políticos con reportajes sobre su desempeño en el Congreso. Es el periodismo de investigación el que ha botado presidentes corruptos, capturado pedófilos y depuesto ministros de Estado. Y eso, que duda cabe, es muy sano para las democracias. Sin embargo, los medios cada vez están más lejos de este género. Generalmente llegan tarde a los temas que requieren investigación y si pueden omiten. Hoy los medios no ponen sus recursos en la investigación, porque es muy costosa de producir. Y tampoco están dispuestos a “peleas” innecesaria con sus auspiciadores. Es decir, los diarios poco a poco han ido perdiendo su realeza. Pero aún mantienen niveles de credibilidad que debieran aprovechar. De hecho, la encuesta ICSO UDP del 2008 un 52% considera que los medios contribuyen a transparentar el trabajo de la clase política.
Es obvio que si se mueren los diarios, la democracia le sobrevivirá. Si se mueren lo medios, quedará el periodismo, como dijo Shirky alguna vez. Lo que se debería evitar es la tentación de que la crisis ponga al Estado u otras instituciones como benefactoras. Una idea que hoy por hoy es tema en EE.UU y Europa. La protección de los medios está incrustada en la tradición habermaniana que cree que estos deben representar (como instrumentos claves en la formación de opinión pública) a la mayor parte de los estamentos de la sociedad. Eso hace que los franceses subsidien los diarios y que cada cierto tiempo en Chile se insista que el Estado debe asegurar la vida de medios “alternativos”, aunque estos no los lea nadie y sólo busque una parcialidad, pero de otro signo. De hecho, en Chile La Nación, por ejemplo, cuya propiedad es compartida entre privados y el Estado, recibe un 9% de publicidad estatal versus el 1% del total. Es evidente que acá el subsidio sí existe.
El futuro de los medios estará en la calidad. Y la calidad no estará fundamentada en la existencia de subsidios o del financiamiento de instituciones pro-bono (como si éstas no tuvieran intereses) sino en la diversidad y la disminución de los controles propietarios. Internet se transformará en esa alternativa. Aunque todavía atrincherados y sin credibilidad, los medios digitales poco a poco comienzan a diferenciarse. Huffington Post creó un área de investigación y lo mismo hace Slate y Politico. La suma será la fuerza. Pensar en la independencia no es pensar en un solo medio, es pensar en una suma de medios que generarán el escenario más favorable a la democracia. Todos sabemos que ni la verdad más absoluta tiene propietario.