En Chile la distribución de la publicidad oficial, pasó de ser un tema técnico a convertirse en un panfleto ideológico. Los medios vinculados a la izquierda han culpado a la poca solidaridad estatal por sus magros resultados y no a su poca capacidad de conciliar contenidos con audiencias. En 2006, incluso, una comisión de la Cámara de Diputados investigó el destino de la publicidad gubernamental y recomendó varias iniciativas, una de ellas, que existiera un mecanismo técnico que justificara, por ejemplo, que cerca del 50% de avisaje apareciera en El Mercurio SAP. Pero la discusión está lejos de acabarse e insistentemente algunos sectores apuntan a que la publicidad oficial debe ser el motor de los equilibrios democráticos. Una ecuación un poco impresentable y fuera de lógica. Sobre este tema, acaba de aparecer el informe "El precio del silencio, Abuso de publicidad oficial y otras formas de censura indirecta en América Latina", realizado por la Open Society(vinculada a las fundación Soros) y la Asociación por los Derechos Civiles . El estudio muestra que la publicidad oficial aumentó el 31,4% entre 2004 y 2005. Según el ministro Vidal el salto se debió a algo “absolutamente lógico, porque un gobierno tiene que mostrar, exponer, seducir [y] convencer a la ciudadanía de las cosas que hace". Lo interesante del estudio, que incluye toda la región, es que además explica como el Estado toma un rol de censor en muchas zonas del país, a través del avisaje. Es el caso de algunos medios regionales que viven de la publicidad de Codelco y que por lo tanto, jamás tocan a la compañía. La discusión no terminará con este informe, menos cuando las elecciones están cerca.
El presente informe analiza una tendencia creciente en América Latina: la interferencia “tras bambalinas” que ejercen los gobiernos sobre la libertad de expresión y la independencia editorial de los medios de comunicación y los periodistas. Tales abusos, que hemos conceptualizado como “censura indirecta” o “sutil”, no son totalmente nuevos. Aquello que los diferencia de otras violaciones más obvias y frecuentemente documentadas –tales como el acoso judicial o actos de violencia e intimidación contra periodistas– es que en gran parte permanecen invisibles para el público en general, mientras proyectan una amplia e insidiosa sombra sobre la libertad de expresión. En particular, este informe documenta la utilización abusiva que hace el gobierno de sus facultades financieras y regulatorias sobre los medios, como por ejemplo aquellas relacionadas con los procesos de asignación de la publicidad oficial y adjudicación de licencias, así como también otras interferencias ejercidas sobre los contenidos. También describe diversas formas de presión gubernamental que pueden ser muy fuertes y directas –tales como la amenaza de despedir a periodistas que expresan abiertamente su opinión– pero que han permanecido ocultas e incuestionadas.
Luego que el diario El País publicara un artículo(uno más) mostrando las nubes que acechan a la industria del papel y la necesidad de generar (inevitablemente) mecanismo de innovación para sobrevivir, Juan Varela escribió en su blog algunas consideraciones claves para lo más importante de este negocio: hacer buen periodismo en conexióncon la audiencia. Simple criterio, pero que la industria de los medios ha perdido casi por completo en los últimos años por no estudiar los procesos (y la audiencia) de cerca, por temor a invertir y también por ir siempre muy atrás; más cerca de certidumbre que de los riesgos. El principio más lejano al de un inversionista. Las claves de Varela se centran en información, conexión, multimedia y tecnología. Y como dice Miguel Paz, el texto sin duda está más cerca de las oportunidades que presenta el caos, que el caos destruyendo la necesidad de información.
Por Juan Varela
¿Qué deben hacer los diarios para sobrevivir?Es la pregunta que cada día nos hacemos periodistas, editores y muchas personas relacionadas o interesadas en el periodismo y el negocio de la información. El negocio de la información en internet crece demasiado despacio y se reparte entre más medios. Pero además se invierte muy poco dinero del nuevo negocio digital en información de calidad.La pregunta no es si la prensa puede sobrevivir, sino cuál es el nuevo modelo de negocio necesario para la producción de información de calidad. Que viva o no el papel es irrelevante. Lo importante es que acaba una era en la que los diarios han liderado la producción de información de calidad. Las televisiones sólo lo han hecho muy parcialmente y la mayoría nunca han conseguido la potencia informativa de los grandes diarios.
Y en un negocio donde la verdadera libertad de información ha pertenecido sólo a quienes tenían los recursos financieros para pagarla. Unos lo han hecho con mayor independencia y responsabilidad social que otros, pero los últimos años, con la explosión de la convergencia multimedia, sus necesidades financieras, la concentración de medios y el hambre insaciable de los inversores por las rentabilidades desmesuradas han erosionado la credibilidad de los medios y su capacidad para invertir en innovación, tanto económicamente como en predisposición profesional.Pero esa era acaba. Bienvenidos a otra de nuevas oportunidades y, como siempre, grandes desafíos y unas cuantas víctimas.Más allá de los diagnósticos explicados en el artículo citado y en tantos otros, algunas ideas clave que guían mi trabajo sobre el futuro de la información y los medios.
Información
La información de calidad sigue siendo un bien escaso cuya producción necesita trabajo, dedicación, inteligencia, tiempo y acceso a las fuentes. El entorno digital aporta muchos elementos para satisfacer cada una de esas necesidades y el periodismo debe adaptarse a una nueva forma de trabajo donde más personas, más fuentes y el acceso a más documentación deben enriquecer la información. El periodismo de calidad seguirá siendo un bien estimable y un buen negocio.
“No hay un solo profeta en la larga crónica de la Tierra que no encuentre aquí su razón de ser”, dice Cormac McCarthyen La Carretera. De buenos y falsos ídolos ha vivido internet desde su creación y su etapa de maduración no eliminó definitivamente -quizás nunca lo hará- los panfletos, los falsos gurúes y la ingnorante elocuencia de algunos, propio de una etapa de incertidumbre "pre" algo. Pero algunos autores, que generalmente han puesto sus ideas en blogs o investigaciones universitarias, parecen acercarse a teorías claves para el desarrollo de este conocimiento y están dejando textos que son referencia obligada en diversas áreas. Pero todas con la mira en el conocimiento. En la lista -arbitaria como todos los índices- que preparó Soitu.es no aparece el libro que está terminando Jeff Jarvisy que será publicado en los próximos meses. El artículoclasifica los libros en 10 categorías y destaca The Big Switch de Nicholas Carr, Henry Jenkinscon Convergencia Cultural, Lawrence Lessig con Free Culture y Charles Leadbeater con We Think: the power or mass creativity.
Por Juan Freire Resulta difícil realizar una selección de libros con los que seguir la historia y consecuencias de la irrupción de internet en nuestra sociedad. Por una parte es una historia aún incompleta y, como tal, susceptible de cambiar de rumbo haciendo obsoletas muchas hipótesis. Por otra, los libros ya no son más que una parte -y si hablamos de cultura digital, una pequeña parte- de la narración. Aún así vamos a intentarlo.
Lo que sigue es una selección personal (y como tal, subjetiva y parcial) de los libros que, para mí, mejor explican el papel de internet. No son libros de tecnología. También he evitado los estudios académicos. Algunos hablan directamente de internet, otros en cambio analizan la política, la sociedad, la economía y las organizaciones contemporáneas que, a su vez, son en gran parte consecuencia de la tecnología digital. Por tanto, mi selección trata de internet, pero entendido como algo más que una tecnología, como un paradigma organizativo y de cambio socioeconómico propio de la sociedad red.
Una parte, que he tratado que sea pequeña, de las obras que comento podríamos clasificarlas como literatura de negocios (business literature). Este tipo de libros siguen en casi todos los casos un esquema común: una buena idea, nacida en artículos, conferencias y, cada vez más, en posts de blogs, que es explicada hasta la extenuación en el libro con multitud de casos que la ratifican y pocos o ninguno que la ponen en cuestión. En la era de la web 2.0 y los blogs (que suelen publicar además muchos autores) estas obras dicen poco, o nada, a mayores, pero tienen la virtud de empaquetar este conocimiento en un formato atractivo y que llega a mucha gente que aún no vive cotidianamente en el mundo de los RSS y los lectores de feeds.
El libro The Assault on Reason de Al Gore (reseñado por Francisco Javier Díaz en laúltima Qué Pasa) se dedica a recopilar las dudas que hay en la capacidad de la TV para generar mensajes persuasivos y, al mismo tiempo, muestra como el espacio para expresiones independientes, generados por las cadenas, se va ahogando rápidamente. Algo que también ocurre con la prensa abierta. La nostalgia y la redención no parecen estar muy vinculados a los medios tradicionales hoy. Sin embargo, el poder de la TV -aunque debilitado por internet- aún mantiene a todos los actores ciudadanos relevantes (políticos, empresarios, activistas y deportistas) colgados de su influencia. El mejor ejemplo de esto es Oprah Winfrey, la popular animadora y empresaria estadounidense. Gracias a su abierto apoyo a Obama, se calcula que la presentadora dio -indirectamente, por supuesto- un millón de votos al candidato de color. El poder de Oprah es impresionante. Su programa se ve en más de 100 países, su revista "O" es una de más leídas de EE.UU. y además es una reconocida crítica de libros. Forbes la apuntó como la afroamericana más rica del siglo XX. Sin duda, un poder que se lo debe a la TV. 30 millones de personas ven su programa sólo en EE.UU. y desde 1986 es el talk show número 1 de ese país. El siguiente artículo del New Yorker entrega tanta luces como el libro de Al Gore sobre el poder de la TV. Y sólo revisando la vida de Winfrey.
“Oprah’s Big Give”: it’s the name of Oprah Winfrey’s new Sunday-night prime-time show—a reality show in which contestants are challenged to give money away in creative ways—but, beyond that, it’s a neat three-word summation of what Winfrey stands for, what she’s achieved in her career, and the image of her in many people’s minds. Let’s start with the last of these words. “Give”: that’s what Winfrey does, though the way she usually puts it is that she “gives back.” And, like so many of her common touches, it makes people love her even more, because they know that she wasn’t given anything to begin with.
Giving—whether it’s love, money, hope, inspiration, shopping tips, or a car—is why she’s here. (Winfrey is one of those people who are able to believe that they were put here for a reason.) “Big”: what is there about Winfrey that isn’t big? Her personality, her gestures, her voice, her dreams, her empire (she’s worth two and a half billion dollars), her own solid physical self, her confidence, her talent—all very big. “Oprah’s”: You name it, she owns it, and her name is on it. It’s hers. Among the possessive trademarks that Winfrey controls are Oprah & Friends, Oprah’s Angel Network, Oprah’s Book Club, Wildest Dreams with Oprah, The Oprah Store, Oprah Boutique, and Oprah’s Favorite Things. The design of the letter “O” used in the title of her magazines, O, The Oprah Magazine and O at Home, is trademarked. Leave it to Winfrey to have a trademark on the letter that’s the symbol for the element oxygen; it’s as if she owned the very air we breathe—not to mention that she was a co-founder of the TV network Oxygen, and that, it was announced two months ago, she is starting up a new venture called the Oprah Winfrey Network, whose acronym is OWN
El próximo jueves 14 saldrá el primer número de Ctrl Z, el diario gratuito creado por Copesa y la Escuela de Periodismo de la UDP, pero que tiene como socios activos a cinco universidades capitalinas (De Chile, Adolfo Ibáñez, Alberto Hurtado, Del Desarrollo y la Andrés Bello). Con ocho meses de trabajo encima, CtrlZ recorrerá Santiago dirigido por Javier Fuica, ex editor de Qué Pasa y sub editor de la Revista del Domingo de El Mercurio, quien tiene a su cargo 20 estudiantes elegidos por concurso en sus respectivas escuelas. Pero la gran promesa de este diario gratuito es transformarse en un receptor de las necesidades y demanda de los jóvenes, una deuda de los medios de comunicación tradicional que siguen alejados de un segmento de la población que es clave en su futuro. Sólo por poner un ejemplo, los éxitos televisivos "En la Mira" y "El Señor de la Querencia" apenas alcanzan un 8% en los menores de 25 años. Estudios, especialmente los del Pew, revelan que los jóvenes son consumidores activos de contenidos informativos, principalmente en la web. Pero para poder convertirlos en lectores medianamente leales ("fieles" sería un quimera) es necesario pensar de otra manera, comerse los prejuicios y entender de una vez por todas que el periodismo, tal como lo conocemos, cambió. Las noticias ya no son las noticias. Pretender hacer un diario para jóvenes bajo los mismos paradigmas de un medio tradicionales, además de un error, es un mal negocio. Guste o no, los jóvenes piensan diferente, razonan considerando más variables que los que no fuimos nativos de Internet y consumen de otra manera. Los llantos de editores que no pueden alcanzar al público menor de 25 años son parte de cada conferencia internacional de medios de comunicación, pero más allá de las lágrimas, pocos se atreven a aventurarse en este escenario. Todos los estudios dan cuenta que los jóvenes se informan o buscan contenido gratuito. Mucho más en Internet, eso es obvio. Pero lo relevante es que la información forma parte de sus prioridades. La tarea está en saber qué es lo que buscan en un medio masivo, como un diario. Y no tener remordimientos (de esos que los periodistas solemos amarrarnos para no cambiar) cuando llegue el momento de decir que las noticias ya no son las noticias.
Por qué dar papel a nativos de Internet.Sin duda este tema no es menor. La mayor parte de los costos de un proyecto así, son el papel y su distribución. Sin embargo, aún es útil hacer cosas fuera de la web, en especial por el tiempo ocioso que tienen los universitarios habitualmente sin una conexión permanente a internet, porque son una red vida que puede potenciar mucho una marca que apenas tiene un competidor directo (KM0) en el offline y, además, porque el diario será el brazo armado de la web (redacciones integradas, pero en serio). La competencia por el ocio no tiene muchos contrincantes (salvo los mismos estudiantes) en el mundo universitario, ese es un hecho. Pero un diario puede convertirse en la expresión de una comunidad poco representada en el papel, la TV y las radios. Una comunidad que reúna a universitarios entre 18 y 25 años y que más allá de la diversidad que reflejan (y defienden) tienen puntos en común. El web debe alimentar las necesidades creadas por el diario (el papel) y que muchas veces serán colectivas (a través de la web).
Nada es para siempre. Un diario para jóvenes puede tener secciones como puede no tenerla. Lo más importante es que si las hay, éstas deben tener una rotación permanente. Se supone que hay suficientes ideas para ir cambiando el registro del diario, sin dejar de ser lo que es. No todas. Hay secciones que apuntan al servicio y otras al volumen (en la web) como el deporte, que probablemente sufran menos de esta anarquía controlada, pero es evidente que el diario debe ser un laboratorio en un cambio continuo. Los diarios para jóvenes, como Red Eyes (Chicago Tribune) y Urban Eyes del NYT juegan con la idea de ir rotando los contenidos y no quedar pegados en la nostalgia. Parte de lo que han comenzado a proponer consultores como Juan Antonio Giner para los diarios adultos. CtrlZ y CtrlZ.cl Probablemente lo más interesante del modelo, sea lo que vaya configurando el sitio. La información estratégica que puede lograr una página dirigida a universitarios puede dar señales más o menos evidente sobre lo que quieren, demanda y atrae a los jóvenes. Acá no será lo que los editores suponen, lo que los directores asumen o lo que los creadores de medios “saben”. La web de Ctrl.Z, que irá madurando con el conocimiento recogido, será un registro acumulado (si logra dominar el concepto de comunidad) de necesidades. No sólo por la valoración que los jóvenes puedan darle a la información. Más bien, por el rastro en la rutina de navegación que pueden dejar. Aunque suena muy calculador, es claro que pensar en los medios para la próxima década, ya no se puede hacer sin los jóvenes.
Los Desafíos de la Libertad de Expresión, se llamó el panel que organizó hace un par de días TVN. Los expositores fueron Claudio Grossman, presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el rector de la UDP,Carlos Peña. Ambos, salvo por las diferencias que tienen frente al rol del mercado (absoluto) en el desarrollo de los medios de comunicación y la decisión (absoluta también) de emitir contenidos, que obviamente -y con justa razón- defendía Peña, la conversación tuvo pocos matices en lo esencial. Y, por cierto, en un tema como éste se agradece. Ambos coincidieron en la necesidad de despenalizar la difamación y la injuria, eliminar la figura del desacato y generar responsabilidades ulteriores equilibradas al daño. Peña se salió de lo jurídico y apeló a cuatro elementos que siempre acompañan negativamente a la libertad de expresión (causal, ético, político y jurídico) y que deliberadamente se reúnen en la obsesión por la verdad. Tanto en el discurso de los periodistas, como en las defensas corporativas de los que se sienten atacados por la "no verdad" de los medios. La verdad (como la objetividad) es un concepto que no se puede perder como horizonte, pero sería iluso, a estas alturas, no decir que es una suma de puntos de vista (o una suma de subjetividades compartida). Es evidente que la profesión no se puede medir sólo por el grado de verdad de sus medios, sino por la coherencia entre sus propósitos y sus contenidos. Sin embargo, el gran peligro está en la mentira deliberada y que no una actividad aislada. El siguiente artículo de El Mundo, muestra como Discovery Channelaltera la realidad sólo por lograr un efectismo, que en este caso sólo causa un daño irremediable a una especie en peligro de extinción.
El horror que Discovery Channel coloca en los televisores estadounidenses todos los veranos se ha terminado. 'Shark Week' (La semana de los tiburones) concluyó el domingo, después de presentar el habitual festival de sangre y de destrucción que se atribuye a esos animales. Una acusación que es una estupidez tan grande como un tiburón ballena, porque en 2007, según la Universidad de Florida, solamente murió una persona en todo el mundo por un ataque de un tiburón.
Sólo como referencia: se estima que en el mismo período de tiempo, hubo 150 fallecidos en todo el mundo porque les cayó un coco en la cabeza. Así que los cocoteros son más peligrosos que los tiburones. ¿A qué espera Spielberg para hacer 'Cocotero', una película de horror sobre el peligro de esos árboles?
Y los seres humanos pescamos cada año entre 30 y 75 millones de escualos. Evidentemente, eso no importa a Discovery Chanel, una de las cadenas de televisión más rentables del mundo. Este año, el narrador de 'Shark Week' fue, Les Stroud un especialista en series de supervivencia en la naturaleza. Un cierto avance, al menos, sobre la voz en off del año pasado: Richard Dreyfuss, uno de los protagonistas de 'Tiburón'.
Nadie podría discutir que los medios tradicionales le están haciendo un extraordinario favor al hasta ahora sobrevalorado periodismo ciudadano. Agendas restringidas (casos como el del alcalde Sabat, el uso de información privilegiada, derechos del consumidor enterrados o restringidos a Línea Directa), poca innovación informativa y temática, distancia con las audiencias, periodistas convertidas en rostros publicitario de empresas y otras como animadoras del Festival de Viña. Así y todo el periodismo chileno aún tiene grados importantes de profesionalismo y credibilidad que podrían converger con la actividad y participación de la ciudadanía y no transformar la actividad de ésta en un mito con las proporciones que no tiene. Como señala este artículo de Soitu, la convivencia con los internaútas sólo puede traer beneficios a los medios. Pero eso requiere que los medios se integren a las comunidades, que exploren nuevs herramientas de participación y que sepan dimensionar a estas "nuevas" fuentes según su calidad y experiencia. Estas son parte de las tareas que Francis Pisanidescribi en el siguiente texto.
POR PHILIPPE COUVE Creo que la actividad periodística debe integrar mejor la dimensión relacional que es consustancial a la web, ya se trate de relaciones entre documentos mediante los enlaces de hipertexto, o entre individuos gracias a sitios como Facebook o MySpace. Es una necesidad tanto en términos de información (enriquecimiento para la comunidad) como económicos (fidelización de una audiencia "vinculada" a "su" medio). Pero, como subrayan Daniel Kaplan y Hubert Guillaud, el aspecto relacional de la web no genera "naturalmente" colaboración.
Los periodistas deben aprender a explotar las riquezas de la comunidad sobre la base de una cierta reciprocidad. A cambio de la información que proporcionan, quienes contribuyen reciben una satisfacción personal (al ponerse de relieve su contribución), una ampliación de su red de relaciones (pueden entrar en contacto directamente con los contribuidores, en pie de igualdad con el periodista), una mejora de su reputación en línea (ya que, generalmente, los sitios de los medios están bien valorados). En Estados Unidos, al hilo de la experiencia participativa de Assignment Zero, Jay Rosen ha sacado algunas enseñanzas fundamentales (aquí en vídeo / recogidas por Jeff Mignon en MediaChroniques).
El nuevo proceso de la noticiaA Anne-Laure Marie, periodista de RFI [Radio France Internationale], le corresponde el mérito de haber demostrado, en "¿Por qué Internet es tan caro en África?", que la operación es de hecho bastante sencilla. Hacer la pregunta en el foro del Atelier des Médias le permitió recabar datos sobre las tarifas aplicadas por los distintos operadores y ejemplos de realidades locales. A continuación, pudo hacer entrevistas, especialmente a los proveedores de acceso, sirviéndose de las informaciones y los cuestionamientos de los internautas. Marie facilitó las versiones íntegras (en audio) de las entrevistas, que fueron comentadas por los internautas. Por último, la periodista redactó sus artículos (1ª parte, 2ª parte, 3ª parte), que siguen estando abiertos a la a la discusión y el comentario..
Hace un rato que las páginas web de los principales medios del mundo (que han proyectado su dominio editorial en la red) han bajado la potencialidad de sus ganancias. Y por supuesto, como toda eventual crisis de identidad virtual, comienzan a aparecer las teorías. Jeff Jarvis, columnista de The Guardian, se preguntaba el porqué los medios tradicionales no simplemente le entregan la administración de sus sitios a Google, que maneja mejor los ingresos publicitarios y ha mostrado ser exitoso en la ingeniería de estructuras de contenido, como Blogger. Pero hay otra pregunta que deben hacerse los medios: cómo enfrentarán un mundo que apunta a liberalizar por completo su principal activo (los contenidos) y de qué modo se marcará la diferencia con la competencia sin convertir los atributos en costos innecesarios para las empresas periodísticas. Wired cumple 15 años y su editor Chris Andersoninsiste en su blog que la clave está en que el requerimiento de unos pocos, dispuestos a pagar por un premium, permitirá que otros muchos tengan los productos gratis. El desafío, entonces, está en entender qué tipo de productos (y servicios) periodísticos son y serán claves para la audiencias y por cuáles estarán dispuestos a pagar. O si simplemente el avisaje seguirá siendo la única vía libre para los medios. A estas alturas un escenario de alto riesgo. En el siguiente artículo, Anderson hace sus apuestas.
Por Chris Anderson There are at least three classes of free:
The first is the use of "free" as a marketing gimmick: "buy one, get one free", "free with purchase", "free phone if you commit to the two-year service plan", etc. All basically cross-subsidies or loss leaders--sooner or later you'll pay. I suspect that there isn't an industry that doesn't use this one way or another. There's no new economic model there and it's totally impossible to quantify, but arguably it touches every bit of the entire consumer economy itself, which is to say trillions of dollars a year. And thus it's a meaningless number. So I'll move on...
The second form of free is the "three-party market", which is to say the world of advertising-supported free media. That's most radio and broadcast television, most web media, and the proliferation of free print publications, from newspapers to "controlled circulation" magazines. For the top 100 US media firms alone, in 2006 radio and TV (not including cable) advertising revenues were $45 billion.
Online, almost all media companies make their offerings free and ad-supported, as do many non-media companies such as Google, so I'll include the entire online ad market in the "paying for content to be free to consumers" category. That's another $21-$25 billion. Free paper newspapers and magazine are probably a billion more, and there are no doubt some other smaller categories I'm omitting and a lot of independents not included in the numbers above. Let's call the total of offline and online ad-driven content and services $80-$100 billion.